domingo, 12 de octubre de 2014

Quien se adentra no encuentra salida.

 

  Ya no tenia nada que perder, el frío calaba los huesos y tres hombres extraños me seguían pero ya no tenia nada que perder. Juventud, inocencia, tranquilidad, calma, amor, cariño, todo eso lo entregue a cambio de unas monedas, por unos centavos que terminaron en una cajetilla de cigarros y una botella de licor. Eso era yo pues es chaleco que cubría mi cuerpo no valía ni un décimo.  Encendí el primer cigarrillo, mi aliento en la fría noche se confundía con el humo de este, la botella colgaba de una de mis manos y aún estaba casi llena.
El cigarro ardía y su humo se me impregnaba en el pelo mientras menos me importaba el mundo, y los hombres me seguían o a lo mejor tal vez, solo tal vez, seguían a mi cuerpo, un cuerpo que parecía de una mujer madura, ellos solo veían el cuerpo que era solo eso, un cuerpo, nada más había. Una melena, el cuerpo envuelto en un chaleco, los cigarrillos y la botella de licor colgando de mi mano. Eso es lo que era, eso es lo que soy, no hay ojos, no corazón, no hay pulmones, no hay sangre. Solo un envase vacío que fuma un cigarro, que deja caer la botella de sus manos, que es seguido por tres hombres.  Es devorado por tres hombres, humo y vacío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario