El hombre se volvió
miserable desde que supo que jamás estaría completo otra vez, desde que perdió
y entrego su alma a los dogmas de este mundo, la religión, el miedo, la
política volvieron al hombre un ser que no hace más que llenar un vacío tan
grande como el universo mismo.
La miseria se volvió
parte de nosotros y la hemos intentado llenar con arte, música, literatura,
cine y amor, este último a sido nuestro recurso más utilizado a la hora que
querer llenar el vacío que sentimos en nuestro interior que nos hace desear
más, que no nos deja dormir bien, que impulsa nuestras vidas, queremos suplir
ese deseo incesable de carencia que tenemos con cualquier fruslería barata que
nos vendan: amistad, caridad, amor al prójimo. Nos venden una cura que ni ellos
comprarían, pero eso no significa que yo no crea en el amor, si no más bien que
lo encuentro insignificante y bastante doloroso por eso lo ignoro, hasta que se
convirtió en parte de mi vacío.
Mi vacío, ese
espacio creado una noche que no recuerdo por un hombre que no conozco, pero que
vi en sueños, que me trataba cual mariposa y a pesar de jamás tocarlo podía
sentir el calor de sus brazos rodeándome y el olor de su perfume entrando a mi
sistema.
Cabello claro, ojos
detrás de unos lentes sé que son gentiles, en los labios siempre una sonrisa
con esos dientes perfectos, una voz algo grave pero dulce al decir mi nombre,
alto, delgado y de piel clara. Es una
persona totalmente ajena a mis gustos pero que en dos noches simplemente
congeló mi corazón, impidió que latiera por alguien más que no fuera él, no me
dejó respirar sin dedicarle a él cada suspiro, mi mente se inundó con su fugaz
recuerdo como si de veneno se tratase, lleno casa fibra de mi ser que yo no
podía andar si no era para buscarlo a él. Sé que suena un poco exagerado pero
así fue, simplemente después de dos noches soñandolo fue suficiente para que me
infectara como un virus y se apoderara hasta del último nervio de mí ser.
He aquí la miseria
de mi propia alma....