martes, 18 de noviembre de 2014

La Bestia.

    Busqué tus ojos en la noche,
mirando al cielo escruté
en ese negro infinito. En el valle
gris nada se movía, solo
un tenue susurro agitaba
las pequeñas de los
árboles que se alzaban
con sus brazos hacía
la noche.

   Avancé entre el valle suavemente,
buscándote en esa obscuridad
violadora. ¿Dónde te escondiste,
pequeña? Tropieza con unas piedras,
caigo, me enlodo pero no
me detengo, necesito,
tengo que encontrarte.

   El viento sopló con extrema
fuerza, casi levantándome
del suelo, colándose por
mis ropas. Escucho un
suave gemido entre los
arbustos. Eres tú, lo sé, solo
tú tienes esa voz tan dulce
al temer, solo tú le temes
al aliento de Eolo.

   ¡Aquí estás! Salto sobre
ti, te asustas y me golpeas
fuertemente con tus manos.
Tranquila mi pequeño pajarito.
Tranquila, me temes por
mi porte, mis manos toscas,
mi rostro desfigurado
por tragedias que ya olvide,
me temes por mi voz gruesa
y metálica, por la brusquedad
de mis movimientos,
simplemente me temes
por ser yo.

   Tranquila, te ayudaré.
Nada sirve para calmarte y tú
solo te agitas como una
hoja al viento para tratar
de soltarte de mi horribles manos
y de mi doloroso agarre.

   Golpeas ese bulto bajo mi ojo,
esa especie de masa dura
que parece un tumor bajo mi ojo
derecho, un dolor punzante y
grito, de golpe te suelto,
caes fuertemente golpeando
tu delicada espalda contra
el duro suelo, huyes de mi, te
alejas llorando de mi, me temes.

   Yo solo quería protegerte.
Lloro, las lagrimas corren
por todas las deformidades
de mi rostro. Las masas
callosas de mis mejillas,
por mis labios exageradamente
gruesos y ajados, por el costado
de mi aguilada y chueca nariz, y
por ese surco que cruza en extensión
mi mejilla derecha, abajo de ese
bulto infernal.

   Corren por todo este valle
de miedo y dolor, corren
quemando la piel, arrasan con
todo dejando al descubierto mi
amor hacía ti, mi princesa.
Pero a pesar de eso,
jamás entenderás de que
no importa lo horrible de mi gesto.
Te amo, porque eres la única y
más hermosa flor
en este maldito valle gris.

domingo, 2 de noviembre de 2014

La miseria. Parte 3

  Volví a verlo pero no en el mismo punto donde habíamos quedado, ya se había fugado esa magia ante el inexistente primer beso. No podía volver el tiempo atrás y volver a ese momento en el cual yo estaba prendida de los luceros que eran tus ojos.

  Caminábamos, tomados de la mano y muy lento por la calle, corría una brisa muy suave que enfriaba el rubor de mis mejillas, sentía que el corazón se me saldría del pecho tan solo con sentir su proximidad, paseábamos por los barrios más antiguos de Santiago, lentamente admirábamos cada casa, cada edificio y veíamos cada figura de este Santiago totalmente hermoso. Me miró de esa forma que solo sus ojos saben y me mostró su hermosa sonrisa al decir mi nombre bajito, lo mire con la esperanza de atesorarlo para siempre en la retina de mis ojos, para poder guardarlo en ese rincón obscuro donde nadie podría arrebatármelo, en ese lugar escondido de todo mortal donde él pudiera ser mio para siempre.  Seguimos andando como si el tiempo no existiera en nuestro mundo donde solo estamos Tú y Yo, reía de comentarios tontos que hacías al señalarme los edificios y te empujaba suave con el hombro sonriéndote, como si no supiera hacer otra cosa al estar contigo, siempre sonreír. Me abrazó lento por la espalda y besó mi cuello, se rió contra el y volvió a susurrar esas palabras que no puedo recordar, sentí los cristales de sus lentes contra mi oreja mientras Él seguía abrazándome por detrás, haciendo que nos balanceáramos  de un lado para otro al caminar. Reíamos fuerte, sentía su pecho vibrar contra mi espalda y su mentón apoyarse en mi cabeza. Era tan alto, tan jodidamente alto, su cuerpo podía cubrir el mío y protegerme de todo. 

  Me duele el pecho, se me hace un nudo en la garganta en pensar en Él como un sueño, aún no te encuentro vida mia, todavía  no toco esa piel que se que me pertenece, que tu juraste tácitamente entregarme exclusivamente. ¿Por qué me dejaste sola y no me llevaste a ese lugar donde solo seriamos los dos? ¿Por qué me abandonaste?

  Me dí media vuelta y quede frente a ti, te acercaste lentamente a mi rostro. Sentía que el pecho me iba a reventar, el corazón me saltaba extasiado ante la proximidad tuya y la del inminente encuentro de nuestros labios pero te detuviste a unos escasos centímetros de mi, susurraste algo con un sonrisa ladina en tus labios. Algo que no recuerdo y que me atormenta.

  Y me acerque con el corazón en la mano, con todos los colores en el rostro y con las lágrimas agolpadas en los ojos, estaba a un segundo de alcanzar la gloria de tus labios para no separarnos nunca más pero lo único que pasó fue lo mismo que la noche anterior, desperté. Abrí los ojos de par en par para verme en la soledad y obscuridad de mi habitación, los cerré con rabia tratando de volver a donde estabas, lloré y grite maldiciendo al cielo por no poderte tener, me retorcí en la cama con un agudo dolor en el pecho y con la respiración agitada, desgarre mi pecho en busca de parar a ese corazón que se agita por un fantasma, un misero ente que no existe.