lunes, 20 de octubre de 2014

La miseria. Parte 2.

  Creo que era un Martes cuando por primera vez soñé con Él , estábamos los dos en un lugar conocido por mi, la sala en la cual la madera predominaba, en la cual yo era la mujer más feliz que podía existir. Estaba sentado a mi lado y con su hermosa voz entonaba una melodía bastante melancólica que evocaba a los días pasados. Al parecer yo con Él ya nos conocíamos, nos tratábamos de una forma familiar y cariñosa, además las personas que nos rodeaban no se extrañaban de su presencia, es más se alegraban de que estuviera allí.. Entre tanto el piano comenzó a sonar con una melodía para mis oídos conocida, Que me queréis cavallero, como casi por inercia comencé a cantar.

 ¿Qué me queréis, cavallero?, Casada soy, marido tengo.

 Él a mi lado simplemente me miraba con esos ojos, que a pesar de los cristales, que podían atravesar mi alma.

  Que más que a mi yo lo quiero, casado soy marido tengo.

  Su calor me atravesaba las mangas del chaleco, estaba a mi lado, quieto y sonriendo al verme cantar, atento a cada silaba que contorneaban mis labios, quemándome con la mirada.

¿Qué me queréis, cavallero? Casada soy, marido tengo.

  La canción terminó y el me miraba atentamente, lo mire y por unos instantes sentí que todo eso era real. Él, la música, el calor de su cuerpo, la sala, sus ojos, mis ojos, Él y yo.

  Sin miedo me apoye en su cuerpo como si cantar se hubiera llevado de mi todas mis fuerzas y Él, con calidez, me rodeo con sus brazos susurrándome al oído cosas que no me puedo y no quiero recordar. ¿Por qué tan frágil y temerosa es la memoria? Olvida los sueños y momentos vívidos en brazos de Morfeo pero recuerda vívidamente los temores y horrores vívidos en noches de mal dormir. ¿Por qué la memoria teme tanto? No entiendo porque no recuerda el calor de noches que no existieron y me atormenta creando posibilidades que se llegan a parecer pero que jamás son la misma, aun no entiendo por qué mi memoria olvido esas palabras que agitaron mi corazón esa noche de Martes y le dieron sentido a lo que hoy estoy aquí escribiendo, con el alma encendida y el pecho expuesto tratando de buscar aunque sea una amago de lo que fueron esas dulces palabras susurradas en mi oído, esas palabras que cambiaron mis noches, mis días. ¿Por qué mi memoria me hace sufrir? ¿Por qué?

 Mi cabeza apoyada en tu pecho, levanto mi mirada buscando tus ojos y te ríes de mí al ver la cara de niña que coloco al posar mis ojos en tu rostro. No son más que instantes nocturnos pero claramente puedo decir que estoy enamorada de ti y Tú también de mí, lo sé por la forma como acaricias mi mano, con esa infinita delicadeza como si yo fuera de cristal, lo sé por la forma en la cual me sostienes la mirada y le das besitos a mi cabeza, lo sé porque al más mínimo movimiento que haga tú me abrazas fuertes, como queriendo que no me vaya.

  Me alejo un poco de ti y me siento derecha en la silla, tus manos buscan las mías, las sostienes y acaricias lentamente. Yo vuelvo a cantar, para eso estoy ahí pero esta vez también lo haces tú, con esa voz dulce y limpia que posees que solo puede ser obra de mi mente, esa voz que es imposible olvidar y recordar. ¿Por qué mi mente me juega tan cruel pasada, por qué tiene que olvidar y guardar en lo más profundo de si momento precioso en el cual cantas? Te miro y me rio bajito, esa cara que colocas mientras tratas de recordar la letra es infinitamente graciosa, me empujas suavemente  con el hombro y sonríes.

  En estos momentos, mientras escribo esto siento que Él está aquí conmigo, riendo por la forma en la cual no olvide ningún detalle excepto el más importante, siento que si estuviera aquí conmigo me diría que no importa que no recuerde esa parte del sueño porque Él estaría aquí toda la vida diciendo mi nombre para no volver a olvidar jamás.

  Ha terminado, mucho por hoy, ya somos libres. El ensayo a terminado pero a pesar de eso no nos levantamos, vuelvo a apoyarme en ti y Tú vuelves a rodearme con tus brazos susurrando cosas en mi oído, rio y te golpeo suavemente en el pecho,  me besas la coronillas con esos pequeños besos que hacen que se me erize el cabello de la nuca. Te amo. Levanto mi cabeza y busco tus labios en busca de ese contacto tan preciado que hace que ardan los labios de pura pasión y felicidad pero no llega, a unos centímetros de tocar esa preciada piel que siempre me brinda la más bellas de la sonrisas salgo del sueño y casi por razones infernales abro los ojos y al darme cuenta de que fue todo un sueño los cierro y apretó fuertemente tratando así de volver pero no ocurre. Los aprieto fuertemente recordando la imagen de tus labios aproximándose a los míos, los aprieto mientras las lagrimas caen por mis ojos de pura impotencia, tratando de caer otra vez.Por primera vez te perdí, aunque parezca mentira te perdí en el momento preciso, aunque jamás me crean desperté un instante antes de besar las puertas del paraíso para caer de golpe en lo que es el infierno. Mi realidad.

  Quise no tomarle importancia y pensar que solo fue un buen sueño y nada más, solo una noche más la que había pasado, nada que transcendencia en el tiempo, nada que afectara mi sistema.


  Le conté mi sueño a mi hermana y esta pensó que no era nada del otro mundo, algo simple y hasta se dio el placer de contarme un sueño bastante raro que ella también tuvo, algo que tenia que ver con dragones y erizos, nada muy coherente. Eso me relajo bastante pero esa misma noche fue la que me trastorno completamente he hizo que mi vida se fuera totalmente a mierda.


domingo, 12 de octubre de 2014

Quien se adentra no encuentra salida.

 

  Ya no tenia nada que perder, el frío calaba los huesos y tres hombres extraños me seguían pero ya no tenia nada que perder. Juventud, inocencia, tranquilidad, calma, amor, cariño, todo eso lo entregue a cambio de unas monedas, por unos centavos que terminaron en una cajetilla de cigarros y una botella de licor. Eso era yo pues es chaleco que cubría mi cuerpo no valía ni un décimo.  Encendí el primer cigarrillo, mi aliento en la fría noche se confundía con el humo de este, la botella colgaba de una de mis manos y aún estaba casi llena.
El cigarro ardía y su humo se me impregnaba en el pelo mientras menos me importaba el mundo, y los hombres me seguían o a lo mejor tal vez, solo tal vez, seguían a mi cuerpo, un cuerpo que parecía de una mujer madura, ellos solo veían el cuerpo que era solo eso, un cuerpo, nada más había. Una melena, el cuerpo envuelto en un chaleco, los cigarrillos y la botella de licor colgando de mi mano. Eso es lo que era, eso es lo que soy, no hay ojos, no corazón, no hay pulmones, no hay sangre. Solo un envase vacío que fuma un cigarro, que deja caer la botella de sus manos, que es seguido por tres hombres.  Es devorado por tres hombres, humo y vacío.